La pobreza extrema es un problema importante en las zonas rurales de todo el mundo, donde se estima que 80% de personas viven en la pobreza extrema. Entre estos individuos, aproximadamente 76% están involucrados en la agricultura y muchos dependen de la agricultura de subsistencia para su supervivencia.
Sin embargo, los sistemas agroalimentarios enfrentan choques y tensiones que pueden comprometer su estabilidad y afectar negativamente a los grupos más vulnerables, quienes no cuentan con los medios adecuados para enfrentar los riesgos. Esta situación puede conducir a un ciclo de pobreza, miseria y hambre en estas comunidades.
Para hacer frente a estos desafíos, es necesario adoptar enfoques de gestión de riesgos inclusivos que aborden las necesidades inmediatas de las poblaciones afectadas por crisis, al mismo tiempo que abordan las causas profundas de la vulnerabilidad. El objetivo es crear comunidades resilientes y pacíficas capaces de enfrentar los desafíos e incertidumbres inherentes a la agricultura.
En este contexto, la protección social juega un papel crucial. Comprende un conjunto de políticas y programas que tienen como objetivo abordar las vulnerabilidades económicas, ambientales y sociales que contribuyen a la inseguridad alimentaria y la pobreza. La protección social busca actuar de forma preventiva, protectora, promotora y transformadora en relación con sus beneficiarios.
Estas intervenciones se implementan a través de una variedad de instrumentos, generalmente agrupados en tres pilares principales: asistencia social, seguridad social e intervenciones en el mercado laboral. Estos pilares abarcan una amplia gama de medidas, como programas de transferencia de ingresos, subsidios alimentarios, seguros agrarios, capacitación y calificación profesional, entre otros.
La protección social desempeña un papel clave en la reducción de la pobreza extrema y el aumento de la seguridad alimentaria, especialmente en las zonas rurales que dependen de la agricultura. Al brindar apoyo económico y social a los hogares vulnerables, aumenta su resiliencia durante los períodos de crisis y fomenta las inversiones en la producción agrícola de una manera más sostenible. Además, puede contribuir a la promoción de comunidades rurales más equitativas e inclusivas al brindar oportunidades de desarrollo y empoderamiento para los agricultores y sus familias. Esto puede implicar la creación de las condiciones adecuadas para el crecimiento económico local, el fortalecimiento de las capacidades productivas y el acceso a servicios básicos como la educación y la salud.
En Brasil, las organizaciones no gubernamentales (ONG) jugaron un papel fundamental en el desarrollo de la agricultura ecológica y agroecológica sostenible, representando las aspiraciones de la sociedad y presionando por políticas públicas en el sector. Desde la década de 1980, han surgido varias ONG enfocadas en agricultura alternativa, que luego fue reemplazado por el término agricultura ecológica. Actualmente, el término Agricultura orgánica es ampliamente utilizado para cubrir los diferentes aspectos de este enfoque.
Este movimiento agroecológico ha cobrado fuerza en el país, impulsando la adopción de tecnologías y técnicas agrícolas que respeten los recursos naturales y promuevan la sustentabilidad.
Además, los investigadores que se unieron al movimiento alternativo tuvieron un impacto significativo en la ciencia y la tecnología agrícolas. Buscaron fundamentos científicos para las propuestas técnicas del sistema agroecológico, contribuyendo a la construcción de conocimiento y la validación de prácticas sostenibles. Esta colaboración entre investigadores y agricultores ha resultado en importantes avances en el desarrollo de sistemas agrícolas más equilibrados que consideran los aspectos ambientales, sociales y económicos de la producción de alimentos.
La agricultura sostenible trae una serie de beneficios significativos para los agricultores, la sociedad y el medio ambiente.
Es decir, tiene como objetivo conservar los recursos naturales, como el agua, el suelo y la biodiversidad, asegurando su disponibilidad para las generaciones futuras. Al adoptar prácticas de manejo apropiadas, contribuye a la preservación de la fertilidad del suelo, la calidad del agua y la salud del ecosistema.
La producción agrícola sostenible prioriza el uso de técnicas e insumos naturales, reduciendo la dependencia de plaguicidas y fertilizantes químicos. Esto se traduce en alimentos más sanos, seguros y libres de residuos tóxicos, lo que contribuye a la seguridad alimentaria de la población.
La agricultura sostenible también promueve el bienestar social al valorar el trabajo de los agricultores y mejorar sus condiciones de vida. Al crear oportunidades de trabajo e ingresos equitativas y justas, contribuye a la inclusión social, especialmente en las comunidades rurales.
Otro beneficio importante es la reducción de residuos y la optimización de recursos. La agricultura sostenible busca el uso eficiente del agua, la energía y otros insumos agrícolas, evitando el desperdicio y reduciendo los costos de producción. Esto trae beneficios económicos a los agricultores y contribuye a la preservación de recursos escasos.
La agricultura sostenible también destaca por su resiliencia al cambio climático. Al adoptar prácticas que aumentan la diversificación de cultivos, la conservación del suelo y la gestión adecuada de los recursos hídricos, fortalece los sistemas agrícolas, haciéndolos más capaces de enfrentar los desafíos climáticos y reduciendo los riesgos asociados, como sequías e inundaciones.
Promoción de la igualdad de género: el potencial transformador de las mujeres en los sistemas agroalimentarios
La igualdad de las mujeres en los sistemas agroalimentarios es un tema de extrema importancia y ha sido reconocido como un elemento clave para impulsar la economía global y reducir la inseguridad alimentaria. Un nuevo informe de Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) destaca que la promoción de la igualdad de género en este sector podría sumar US$ 1 billón a la economía mundial y reducir la inseguridad alimentaria de 45 millones de personas.
Los sistemas agroalimentarios juegan un papel clave en la vida de las mujeres en todo el mundo. De hecho, las mujeres son una parte esencial de la fuerza laboral en este sector y, en muchos países, dependen de estas actividades para su sustento. Sin embargo, a pesar de su papel crucial, las mujeres enfrentan importantes desafíos y desigualdades con los hombres en los sistemas agroalimentarios.
La falta de acceso a recursos productivos, como tierra, crédito, semillas y tecnologías, es una de las principales barreras que enfrentan las mujeres en este sector. Además, a menudo enfrentan restricciones culturales, sociales y legales que limitan su participación plena e igualitaria.
El informe de la FAO destaca que invertir en la igualdad de género en los sistemas agroalimentarios puede generar beneficios significativos. La inclusión de la mujer en este sector impulsa la productividad y la eficiencia, mejora la seguridad alimentaria y nutricional, promueve el crecimiento económico sostenible y contribuye al desarrollo social.
Cuando las mujeres tienen igual acceso a los recursos productivos, pueden aumentar su productividad y mejorar la calidad de los alimentos producidos.
La igualdad de género en los sistemas agroalimentarios también tiene un impacto positivo en la economía mundial. El informe de la FAO destaca que la eliminación de las desigualdades de género en este sector podría sumar US$ 1 billón a la economía mundial para 2030. Esta cifra es el resultado de una mayor productividad agrícola, el crecimiento del empleo y el impulso de otros sectores económicos.
Invertir en la igualdad de género en los sistemas agroalimentarios es fundamental para abordar la inseguridad alimentaria. El informe estima que la reducción de las desigualdades de género en este sector podría suponer una reducción de 45 millones de personas en situación de vulnerabilidad.
El informe sobre la situación de la mujer en los sistemas agroalimentarios destaca la importancia crucial de reducir las desigualdades de género, mejorar el acceso a los recursos y promover la resiliencia como un camino clave para lograr la igualdad de género, empoderar a las mujeres y establecer sistemas agroalimentarios más justos y sostenibles.
Una de las recomendaciones clave del informe es cerrar las brechas relacionadas con el acceso a activos, tecnología y recursos. Esto implica garantizar que las mujeres tengan igualdad de oportunidades para adquirir y utilizar recursos como la tierra, el crédito y los insumos agrícolas, así como el acceso a tecnologías apropiadas adaptadas a sus necesidades. Abordar estas desigualdades ayudará a aumentar la productividad de las mujeres y fortalecer su posición en los sistemas agroalimentarios.
Otra recomendación clave es abordar la carga desproporcionada del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado que recae sobre las mujeres. Invertir en infraestructura social, como guarderías asequibles y de calidad, puede desbloquear el potencial económico de las mujeres, permitiéndoles participar plenamente en la fuerza laboral y tener mejores oportunidades de empleo. Además, la implementación de programas efectivos de protección social puede aumentar la resiliencia y la seguridad económica de las mujeres.
El informe también destaca la importancia de los enfoques transformadores de género para cambiar las normas discriminatorias. Esto implica desafiar los estereotipos de género arraigados y promover una cultura de igualdad y respeto en los sistemas agroalimentarios. Dichos enfoques no solo promueven la justicia de género, sino que también tienen importantes beneficios económicos que contribuyen al desarrollo sostenible.
Finalmente, los autores del informe subrayan la necesidad urgente de mejorar la disponibilidad de datos de alta calidad, desagregados por sexo, edad y otras formas de diferenciación social y económica. Estos datos son esenciales para monitorear el progreso, identificar brechas e informar políticas y programas efectivos para promover la igualdad de género en los sistemas agroalimentarios.
El informe demuestra que cerrar la brecha de género en la productividad agrícola e igualar los salarios entre hombres y mujeres en el sector agrícola mundial podría aumentar el producto interno bruto mundial en casi US1TP4Q 1 billón. Además, esta igualdad de género podría reducir en 45 millones el número de personas que padecen inseguridad alimentaria, lo que supondría una mejora significativa de las condiciones de vida y el bienestar.
Otro punto a destacar importante es que los proyectos que se enfocan en el empoderamiento de las mujeres y la promoción de la igualdad de género traen beneficios aún mayores que aquellos que solo abordan el tema de manera general. El estudio revela que si la mitad de los pequeños agricultores recibieran intervenciones de desarrollo centradas en el empoderamiento de las mujeres, se traduciría en un aumento significativo de los ingresos de 58 millones de personas adicionales, así como en el fortalecimiento de la resiliencia de otros 235 millones.
En resumen, las recomendaciones del informe enfatizan la importancia de invertir en la igualdad de género en los sistemas agroalimentarios. Al cerrar las brechas de acceso, abordar las desigualdades estructurales, impulsar un cambio transformador y mejorar la disponibilidad de datos, podemos crear un futuro más equitativo, sostenible y próspero en el que las mujeres desempeñen un papel central en la construcción de sistemas agroalimentarios resilientes y equitativos.
Promoción de la seguridad alimentaria y la nutrición sostenible en Europa y Asia central: desafíos y oportunidades
Un nuevo informe de Naciones Unidas destaca la importancia de la seguridad alimentaria y la nutrición en la región de Europa y Asia Central, ofreciendo información sobre cómo avanzar hacia dietas más asequibles y sostenibles. Si bien la región en su conjunto se encuentra en una posición relativamente mejor en comparación con otras partes del mundo, el informe destaca la necesidad de abordar algunos desarrollos para evitar retrocesos en este campo crucial.
La seguridad alimentaria y la nutrición son fundamentales para garantizar el bienestar de las poblaciones y el desarrollo sostenible. El informe destaca que la región de Europa y Asia Central enfrenta desafíos específicos en esta área, que deben abordarse de manera integral y coordinada. Si bien el hambre extrema es una realidad rara en la región, existen otros temas que merecen atención, como la desnutrición, la falta de acceso a alimentos saludables y la sostenibilidad de los sistemas alimentarios.
Una de las preocupaciones destacadas en el informe es la alta prevalencia de dietas poco saludables, caracterizadas por un consumo excesivo de alimentos procesados, azúcar, sal y grasas saturadas. Estos malos patrones de alimentación están asociados con enfermedades crónicas como la obesidad, la diabetes y las enfermedades cardiovasculares. Por ello, es fundamental promover una transición hacia dietas más equilibradas basadas en alimentos frescos, nutritivos y sostenibles.
Además, el informe enfatiza la importancia del acceso asequible a alimentos saludables. A menudo, la falta de recursos financieros impide que las personas accedan a una variedad de alimentos nutritivos, lo que genera disparidades en la seguridad alimentaria. Se necesitan medidas para hacer que los alimentos saludables sean más accesibles y asequibles para todos, especialmente para los grupos vulnerables, como las personas de bajos ingresos y las comunidades marginadas.
Otro aspecto crucial que aborda el informe es la necesidad de hacer que los sistemas alimentarios sean más sostenibles. Esto implica reducir el desperdicio de alimentos, promover la producción agrícola sostenible, reducir el uso de recursos naturales como el agua y la tierra, y adoptar prácticas agrícolas que preserven la biodiversidad y minimicen el impacto ambiental.
Para hacer frente a estos desafíos, el informe propone un enfoque integrado y colaborativo. Es fundamental fortalecer políticas y regulaciones que promuevan dietas saludables, invertir en programas de educación alimentaria y nutricional, fomentar alianzas público-privadas para mejorar la infraestructura alimentaria y promover la agricultura sostenible. Además, la cooperación regional y el intercambio de mejores prácticas pueden desempeñar un papel crucial en la búsqueda de soluciones conjuntas y el intercambio de conocimientos y recursos.
El informe también destaca la necesidad urgente de redefinir las políticas alimentarias y agrícolas para abordar el “triple desafío” de los sistemas agroalimentarios actuales: aumentar la asequibilidad de dietas saludables, garantizar mejores medios de vida para los agricultores y mejorar la sostenibilidad ambiental. Esta redefinición es fundamental para abordar los desafíos globales relacionados con la seguridad alimentaria, la nutrición, la pobreza rural y el cambio climático.
Una de las recomendaciones clave del informe es que los incentivos fiscales se amplíen más allá del apoyo a agricultores individuales, con miras a mejorar los servicios generales. Esto incluye inversiones en investigación y desarrollo agrícola, educación, extensión agrícola, control de plagas y enfermedades, sistemas públicos de control de seguridad alimentaria, agricultura climáticamente inteligente y tecnologías y prácticas eficientes de control de emisiones. De esta forma, será posible impulsar la innovación y la adopción de prácticas más sostenibles a lo largo de la cadena de valor agroalimentaria.
Además, destaca la importancia de políticas complementarias en áreas como salud, protección social, comercio y medio ambiente. El enfoque integrado de estas políticas es fundamental para garantizar que los esfuerzos de reestructuración de los sistemas agroalimentarios tengan un impacto significativo en la región. Esto requiere una estrecha cooperación y coordinación entre los diferentes sectores y actores involucrados.
En el contexto de la sostenibilidad ambiental, se destaca la necesidad de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y promover prácticas agrícolas más amigables con el clima. Las tecnologías y prácticas basadas en la ciencia, climáticamente inteligentes y energéticamente eficientes deben aplicarse a lo largo de las cadenas de valor agroalimentarias, con el objetivo de mitigar los impactos ambientales negativos y conservar los recursos naturales.
Sin embargo, el informe destaca que todas estas iniciativas deben adaptarse a las circunstancias locales y respetar el principio de participación. Es crucial involucrar a las partes interesadas pertinentes, como los agricultores, las comunidades locales, las organizaciones de la sociedad civil y el sector privado, para garantizar que las políticas y medidas sean culturalmente apropiadas, socialmente inclusivas y económicamente viables.
Desarrollo Sostenible en el Medio Rural: Un Pacto por el Futuro
Investigaciones detalladas recientes realizadas por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) revelaron que los pequeños agricultores son responsables de aproximadamente un tercio de la producción mundial de alimentos. Según el estudio publicado en World Development, cinco de cada seis granjas en todo el mundo tienen menos de dos hectáreas, ocupan solo alrededor de 12% de todas las tierras agrícolas y, sin embargo, contribuyen aproximadamente con 35% al suministro mundial de alimentos.
Esta contribución de los pequeños agricultores al suministro de alimentos varía significativamente entre países, con una participación que alcanza 80% en China, mientras que en naciones como Brasil y Nigeria, la participación es de un solo dígito bajo. Este análisis destaca la importancia de contar con datos mejorados y armonizados para obtener una imagen más precisa y detallada de las actividades agrícolas, a fin de ayudar a los responsables de la formulación de políticas.
Es fundamental evitar el uso indistinto de los términos “agricultura familiar” y “pequeña finca”, como señala Marco Sánchez, Director Adjunto de la División de Economía Agroalimentaria de la FAO. Si bien la mayoría de las granjas familiares son pequeñas, es importante reconocer que algunas son medianas o incluso grandes.
En 2014, un informe emblemático de la FAO estimó que nueve de cada diez de los 570 millones de granjas del mundo eran granjas familiares, responsables de aproximadamente 80% de la producción mundial de alimentos. La nueva investigación, titulada "¿Qué granjas alimentan al mundo y las tierras de cultivo se han vuelto más concentradas?" busca arrojar luz sobre la prevalencia de diferentes tamaños de granjas.
Según estimaciones actualizadas, hay más de 608 millones de granjas familiares en todo el mundo, que ocupan entre 70% y 80% de tierra agrícola y producen alrededor de 80% del valor total de los alimentos producidos a nivel mundial. El estudio también proporciona estimaciones sobre el tamaño de las fincas: aproximadamente 70% de todas las fincas, lo que representa solo 7% de tierra agrícola, tienen menos de una hectárea. Además, el 14% de las fincas, que controlan el 4% del terreno, tienen entre una y dos hectáreas, mientras que otro 10% de las fincas, que abarcan el 6% del terreno, tienen entre dos y cinco hectáreas.
Por otro lado, el 1% de las granjas más grandes del mundo de más de 50 hectáreas posee más del 70% de tierras agrícolas globales, con casi el 40% de esa tierra concentrada en granjas de más de 1000 hectáreas.
Estos hallazgos resaltan la importancia de los pequeños agricultores en la producción de alimentos y subrayan la necesidad de políticas y estrategias que apoyen y fortalezcan este sector.
La política pública más relevante para la agricultura familiar a nivel brasileño comenzó en 1995 con la creación del Programa Nacional de Fortalecimiento de la Agricultura Familiar (Pronaf). El objetivo del programa es fortalecer la agricultura familiar a través del financiamiento subsidiado de servicios agrícolas y no agrícolas. Este programa garantiza la diversificación de las actividades agrícolas en las explotaciones familiares, posibilita el emprendimiento a través del procesamiento y agroindustrialización de los alimentos producidos por la agricultura familiar, así como el cumplimiento de los requisitos de comercialización y la adopción de prácticas conservacionistas para una producción ambiental, económica y socialmente sostenible.
Reconociendo su importancia económica, social y ambiental, varios gobiernos han implementado políticas públicas de apoyo dirigidas específicamente a los agricultores familiares. Estas políticas tienen como objetivo promover el desarrollo sostenible, garantizar ingresos adecuados, proporcionar acceso a recursos y mercados y fortalecer la seguridad alimentaria.
Una de las principales políticas es la Política Nacional de Asistencia Técnica y Extensión Rural (Pnater). A través de esta política, los agricultores familiares reciben asistencia técnica y extensión rural, que incluye orientación sobre prácticas agrícolas sostenibles, manejo de recursos naturales, tecnologías apropiadas y acceso a información relevante. Esto ayuda a los agricultores a mejorar su productividad, eficiencia y resiliencia, promoviendo el desarrollo de sus fincas y comunidades.
Otra medida importante es el Seguro Familiar Agropecuario (SEAF), que brinda cobertura financiera a los agricultores familiares en caso de malas cosechas por fenómenos meteorológicos adversos. Este seguro ayuda a los agricultores a hacer frente a los riesgos asociados a la producción agrícola y protege sus ingresos, evitando consecuencias económicas desastrosas.
La Política de Garantía de Precio Mínimo (PGPM) es otra iniciativa relevante. Establece precios mínimos para los productos agrícolas, asegurando una remuneración justa para los agricultores y la regularidad del abastecimiento nacional. Esto ayuda a equilibrar el mercado, evitando fluctuaciones repentinas de precios y brindando estabilidad a los agricultores familiares.
Además, programas como el Programa Nacional de Producción y Uso de Biodiesel (PNPB) y el Programa de Adquisición de Alimentos (PAA) tienen como objetivo promover la inclusión productiva y la generación de empleo e ingresos para los agricultores familiares. El PNPB incentiva la producción y uso sustentable del biodiesel, mientras que el PAA compra alimentos directamente de las fincas familiares para donarlos a entidades de asistencia social o venderlos en el mercado, ampliando las oportunidades de negocios para estos agricultores.
Otra medida importante es el Programa Nacional de Alimentación Escolar (PNAE), que destina recursos para la compra de alimentos saludables de la agricultura familiar para la merienda escolar. Esto beneficia tanto a los agricultores, que tienen acceso a un mercado estable y garantizado, como a los estudiantes, que reciben alimentos nutritivos y de calidad.
Además de estas políticas, existen iniciativas dirigidas al acceso a la tierra, como el Programa Nacional de Crédito Territorial (PNCF), que ofrece financiamiento para que los agricultores familiares adquieran tierras e inviertan en la estructuración de sus propiedades. El Programa Cooperativo Brasil Mais también juega un papel importante, apoyando a las cooperativas y asociaciones rurales a través de asistencia especializada y calificación de los procesos de gestión, producción y comercialización.
La implementación de políticas públicas de apoyo a la agricultura familiar es fundamental para promover el desarrollo sostenible, la seguridad alimentaria y la inclusión socioeconómica de los agricultores familiares. Estas políticas reconocen la importancia económica, social y ambiental de esta forma de agricultura, y buscan proporcionar los recursos, conocimientos e incentivos necesarios para fortalecer este sector.
Al garantizar el acceso a asistencia técnica, extensión rural, crédito, seguro agropecuario y precios mínimos garantizados, las políticas públicas ofrecen apoyo y estabilidad a los agricultores familiares, permitiéndoles mejorar sus prácticas agrícolas, aumentar su productividad e ingresos, y enfrentar los desafíos del clima y económico.
Estas políticas tienen un impacto significativo en la vida de los agricultores familiares, fortaleciendo sus capacidades, mejorando sus condiciones de vida y contribuyendo a reducir la pobreza y promover la seguridad alimentaria. Además, fomentan la preservación del medio ambiente, fomentando prácticas agrícolas sostenibles y valorando la biodiversidad.
Sin embargo, es importante que estas políticas se revisen y mejoren constantemente, teniendo en cuenta las particularidades de cada región y los desafíos emergentes. El apoyo a la agricultura familiar debe verse como una inversión estratégica, capaz de impulsar el desarrollo rural, reducir las desigualdades y promover la sostenibilidad global.
La Conferencia del Pacto Rural, celebrada en 2022, marcó la búsqueda de objetivos comunes relacionados con el desarrollo rural. En este evento se invitó a todos los actores potencialmente interesados a proponer compromisos, es decir, acciones concretas que se proponen realizar para avanzar hacia los objetivos establecidos en la visión rural.
Hasta el momento, se han presentado alrededor de 80 compromisos, lo que refleja la diversidad de ideas y propuestas de los participantes. La mitad de estos compromisos están establecidos formalmente, mientras que la otra mitad son ideas para acciones que aún están siendo elaboradas por los participantes. Esta amplia gama de compromisos demuestra el compromiso y el interés de los diversos actores en promover cambios positivos en las zonas rurales.
De los compromisos presentados, aproximadamente 30% provienen de personas físicas, mientras que los otros 70% provienen de organizaciones. Entre las organizaciones destacan las organizaciones no gubernamentales (ONG), las autoridades públicas, las instituciones académicas y de investigación y las organizaciones empresariales. Esta participación diversa demuestra que tanto los sectores gubernamentales y no gubernamentales como las instituciones de enseñanza e investigación reconocen la importancia de comprometerse con el Pacto Rural.
En cuanto a los países representados en los compromisos, existe una amplia distribución geográfica. Los tres primeros países en número de compromisos son España, Italia y Bélgica, seguidos de Suecia, Francia, Grecia, Irlanda, Portugal, Eslovaquia, Países Bajos, Austria, Bulgaria y Alemania. Esta diversidad de países demuestra el alcance internacional del Pacto Rural y su relevancia para diferentes contextos y realidades rurales.
En cuanto a los temas abordados por los compromisos, la mayoría de las organizaciones están involucradas con el desarrollo rural, la política regional, la agricultura, la investigación y la innovación. Estas áreas son fundamentales para impulsar el desarrollo sostenible y abordar los desafíos que enfrentan las comunidades rurales. El hecho de que diferentes actores se comprometan a abordar estos problemas refleja la necesidad de un enfoque multifacético y colaborativo para lograr resultados significativos.
En general, la presentación de compromisos bajo el Pacto Rural representa un paso importante hacia una visión común para el desarrollo rural. Esta iniciativa involucró a una variedad de actores, tanto individuales como organizacionales, y demostró el potencial de cooperación y colaboración para impulsar acciones concretas y positivas en áreas rurales. A medida que se implementen estos compromisos, se espera que tengan un impacto significativo y contribuyan a construir un futuro rural más próspero, sostenible e inclusivo.
La Comisión Europea reconoce la importancia de las zonas rurales y se compromete a garantizar su desarrollo sostenible y continuado. En este sentido, mediante un comunicado oficial se estableció una visión a largo plazo para las zonas rurales de la Unión Europea (UE) hasta 2040. Esta visión busca crear áreas rurales más fuertes, interconectadas, resilientes y prósperas, identificando áreas de acción para lograr estos objetivos.
O Plan de acción de la UE para las zonas rurales, a su vez, es un enfoque integral que pretende brindar lineamientos e instrumentos específicos para apoyar el desarrollo rural. Abarca iniciativas tangibles emblemáticas, es decir, acciones concretas y visibles que se implementan en diferentes áreas y sectores. Estas iniciativas tienen como objetivo fortalecer las áreas rurales, mejorar la conectividad y la cohesión territorial, aumentar la resiliencia y promover la prosperidad en las comunidades rurales.
La combinación del Pacto Rural y el Plan de Acción de la UE para las Zonas Rurales es un enfoque estratégico destinado a impulsar un cambio significativo y positivo en las zonas rurales de la Unión Europea. Estas iniciativas brindan un marco para implementar políticas y programas que apoyen el desarrollo rural, teniendo en cuenta las necesidades y desafíos específicos que enfrentan las comunidades rurales.
A través de estas medidas, la UE busca fortalecer las zonas rurales, promover la innovación, mejorar la calidad de vida, impulsar la actividad económica y preservar el patrimonio natural y cultural de las zonas rurales. Además, estas acciones contribuyen a la reducción de las disparidades territoriales y promueven un enfoque más equilibrado e inclusivo del desarrollo en todo el territorio de la Unión Europea.
En definitiva, la visión de las zonas rurales de la UE para 2040, junto con el Pacto Rural y el Plan de Acción de la UE para las Zonas Rurales, demuestran el compromiso de la Comisión Europea para impulsar el desarrollo sostenible y promover el bienestar en las zonas rurales. Estas iniciativas brindan una hoja de ruta clara para implementar medidas concretas y tangibles que ayudarán a lograr los objetivos propuestos, beneficiando tanto a las comunidades rurales como a la sociedad en su conjunto.
La FAO argumenta que los programas sociales efectivos juegan un papel crucial en la reducción de estos problemas al brindar apoyo directo a las familias e individuos que enfrentan dificultades socioeconómicas.
Estos programas están dirigidos principalmente a brindar acceso a alimentos adecuados y nutritivos, así como a otros recursos esenciales como agua limpia, atención médica y educación. Pueden incluir iniciativas como distribución de alimentos, transferencias de efectivo, programas de alimentación escolar, desarrollo de infraestructura rural, capacitación agrícola y desarrollo de capacidades, entre otros.
Además de brindar apoyo inmediato, los programas sociales también tienen como objetivo abordar las causas subyacentes de la pobreza y la inseguridad alimentaria. Buscan promover el desarrollo sostenible, fortalecer las capacidades locales y crear oportunidades para que las personas superen la pobreza de manera duradera.
La FAO enfatiza que los programas sociales deben implementarse de manera integrada, abordando las múltiples dimensiones de la pobreza y el hambre. Esto incluye considerar cuestiones de género, inclusión social, sostenibilidad ambiental y fortalecimiento de las comunidades locales. Además, la participación activa de las comunidades beneficiarias y la colaboración entre los gobiernos, las organizaciones de la sociedad civil y el sector privado son fundamentales para el éxito de estos programas.
La Asociación Internacional para la Cooperación sobre el Trabajo Infantil en la Agricultura es una iniciativa dirigida por la FAO en colaboración con una variedad de socios internacionales, gobiernos, organizaciones de la sociedad civil y el sector privado. Su principal objetivo es combatir y erradicar el trabajo infantil en la agricultura, promoviendo cambios políticos y prácticos a nivel global.
El trabajo infantil en la agricultura es una preocupación grave y persistente en muchos países, que afecta a millones de niños en todo el mundo. Estos niños a menudo están involucrados en actividades peligrosas, sujetos a condiciones de trabajo precarias y privados del acceso a la educación y oportunidades adecuadas de crecimiento y desarrollo.
El objetivo principal de la Alianza Internacional para la Cooperación sobre el Trabajo Infantil en la Agricultura es sensibilizar y movilizar a los diversos actores involucrados en la agricultura, incluidos gobiernos, productores, trabajadores, organizaciones de la sociedad civil y consumidores. A través de esta colaboración, buscamos promover cambios significativos en las políticas y prácticas para garantizar el respeto a los derechos de los niños y su protección contra el trabajo infantil.
La asociación se centra en un enfoque integrado e integral, que abarca la sensibilización, la promoción de políticas públicas, la capacitación de actores clave, la implementación de estrategias de cumplimiento y monitoreo, así como la cooperación internacional y el intercambio de buenas prácticas.
Una de las principales actividades de la asociación es el desarrollo e implementación de planes de acción nacionales específicos para cada país participante. Estos planes tienen como objetivo fortalecer el marco normativo y regulatorio relacionado con el trabajo infantil en la agricultura, mejorar la capacidad de aplicación y promover acciones concretas para sacar a los niños del trabajo infantil y brindarles oportunidades adecuadas de educación y desarrollo.
La FAO lidera 26 proyectos apoyados por el Fondo para el Medio Ambiente Mundial para transformar los sistemas agroalimentarios en soluciones ambientales
La Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM) aprobó recientemente 26 proyectos liderados por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) con el objetivo de transformar los sistemas agroalimentarios en soluciones a los desafíos ambientales globales. Estas iniciativas representan un financiamiento total de US$ 174,7 millones del FMAM y ayudarán a movilizar US$ 1200 millones adicionales en cofinanciamiento.
Los proyectos abordarán una amplia gama de problemas ambientales, como el cambio climático, la degradación de la tierra, la pérdida de biodiversidad, la contaminación del agua y el uso sostenible de los recursos naturales. Su objetivo es promover la transformación de los sistemas agroalimentarios, integrando prácticas agrícolas sostenibles, la conservación de la biodiversidad, la gestión eficiente del agua y la adopción de tecnologías bajas en carbono.
Al adoptar un enfoque integrado, estos proyectos apuntan no solo a mejorar la sostenibilidad ambiental de los sistemas agroalimentarios, sino también a promover el aumento de la productividad, la seguridad alimentaria y el fortalecimiento de las comunidades rurales. Destacan la importancia de prácticas agrícolas innovadoras y de bajo impacto, que promuevan la conservación de los recursos naturales y la resiliencia de los agricultores frente al cambio climático.
Además, los proyectos liderados por la FAO también tienen como objetivo promover la inclusión social y la equidad de género en los sistemas agroalimentarios. Buscan empoderar a los pequeños agricultores, especialmente mujeres y jóvenes, a través del acceso a recursos, capacitación, tecnología y oportunidades de mercado. Al fortalecer las capacidades locales, estas iniciativas tienen como objetivo impulsar el desarrollo rural sostenible y reducir las desigualdades.
La aprobación de estos proyectos por parte del GEF demuestra el reconocimiento de la importancia de los sistemas agroalimentarios como palanca para resolver los desafíos ambientales globales. Al invertir en enfoques innovadores y sostenibles para la agricultura, la FAO y sus socios buscan promover una transición hacia sistemas alimentarios más resistentes, inclusivos y respetuosos con el medio ambiente.
La asociación entre la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM) está impulsando una serie de proyectos innovadores para transformar los sistemas agroalimentarios en soluciones eficaces para abordar los desafíos ambientales apremiantes. Con un financiamiento total de US$ 174,7 millones del FMAM, estos proyectos tienen el potencial de movilizar más de US$ 1200 millones en cofinanciamiento, lo que marca un paso significativo hacia la sostenibilidad y la resiliencia.
El enfoque integrado de estos proyectos cubre varias áreas críticas, incluida la pérdida de biodiversidad, el cambio climático, la degradación de los ecosistemas y la contaminación de la tierra, el agua dulce y los océanos. El objetivo es crear un impacto positivo en los paisajes terrestres y marinos a través de una mejor gestión de las áreas protegidas, prácticas agrícolas sostenibles, silvicultura responsable y pesca sostenible.
Esta iniciativa estratégica tiene como objetivo restaurar ecosistemas degradados, mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero, mejorar la gestión de los recursos naturales compartidos y beneficiar a 1,6 millones de mujeres y hombres. Los proyectos contribuirán a la creación o mejora de aproximadamente 17,9 millones de hectáreas de áreas protegidas, promoviendo la conservación de bosques de importancia mundial, la gestión cooperativa de ecosistemas acuáticos compartidos y la restauración de 820.000 hectáreas de ecosistemas.
Entre los proyectos destacan los desarrollados en biomas forestales críticos, como Laos, Nicaragua, Panamá, Papúa Nueva Guinea, Tailandia y Venezuela. Estas iniciativas, lideradas por la FAO y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), tienen como objetivo proteger y conservar bosques de importancia mundial al tiempo que mejoran la gestión de los recursos forestales.
Además, los programas específicos se han enfocado en las Islas Azules y Verdes, abordando la interdependencia entre el medio ambiente y los sistemas económicos en los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo (PEID). Países como Cabo Verde, Cuba, Mauricio, Trinidad y Tobago y Vanuatu se beneficiarán de estas acciones, buscando un desarrollo sostenible que equilibre la conservación del medio ambiente y el crecimiento económico.
La restauración de ecosistemas también es un componente clave de estos proyectos, que involucran a Côte d'Ivoire, Nepal, Santo Tomé y Príncipe y Vietnam. Estas iniciativas se dedicarán a revitalizar paisajes degradados, recuperar cientos de millones de hectáreas y generar beneficios económicos, ecológicos y de subsistencia para las comunidades locales.
Además de los proyectos a gran escala, la asociación entre la FAO y el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM) también abarca iniciativas individuales que tienen como objetivo abordar desafíos específicos relacionados con la conservación de la biodiversidad, la degradación de la tierra, la adaptación al cambio climático y la gestión de los sistemas hídricos compartidos. Estos proyectos se están implementando en varios países, con el objetivo de fortalecer la sostenibilidad ambiental y la seguridad alimentaria.
Un ejemplo notable es el proyecto regional que abarca Djibouti, Egipto, Eritrea, Jordania, Sudán y Yemen. En esta región se promoverá la gestión pesquera sostenible en el Gran Ecosistema Marino del Mar Rojo, con miras a preservar los recursos pesqueros y garantizar el sustento de las comunidades costeras.
Otro proyecto global abordará un problema urgente: reducir la basura plástica marina. A través de iniciativas implementadas en Costa Rica, Kenia y Vanuatu, se probarán soluciones para mitigar el impacto negativo del plástico en los océanos, protegiendo así la vida marina y los ecosistemas costeros.
Venezuela recibirá apoyo de la FAO para fortalecer la gestión y lucha contra las especies acuáticas invasoras en las Áreas Marinas Costeras Protegidas. Este esfuerzo tiene como objetivo proteger la biodiversidad y preservar la integridad de los ecosistemas marinos del país.
En otros países, como Chile, Honduras, México, Haití, Zambia y Cabo Verde, la FAO está trabajando para promover la sostenibilidad ambiental y la seguridad alimentaria. Las acciones incluyen la diversificación de ingresos a través de la restauración del paisaje, la integración de la biodiversidad en diferentes niveles de gobernanza, la promoción de la gestión sostenible de la tierra y la adaptación al cambio climático en las comunidades locales.
Estos proyectos individuales representan un enfoque estratégico adaptado a las necesidades específicas de cada país, buscando mejorar la gestión de los recursos naturales, fortalecer la resiliencia climática y asegurar la sostenibilidad de los sistemas agroalimentarios. A través de estas iniciativas, la FAO y el FMAM están trabajando juntos para abordar los desafíos ambientales de manera integral y promover un futuro más sostenible y seguro para todos.
Por lo tanto, al adoptar prácticas de agricultura sostenible, es posible obtener beneficios económicos, ambientales y sociales a largo plazo. Esto incluye mejorar la productividad agrícola, reducir los costos de producción, conservar los recursos naturales, mitigar el cambio climático y promover la seguridad alimentaria y nutricional.